La vida de los seres humanos es muy
parecida a pesar de sus condiciones particulares. ¿A quién no le ha tocado
sentir dolor, emociones fuertes por pérdidas o fracasos, momentos de gozo y
muchas veces abrigar la esperanza de estar mejor? ¿y qué es estar mejor? Creo
que llegar a vivir tranquilos, sería una conquista deseable por cualquier
persona.
Dicen que el dolor es inherente a los seres vivos, pero el
sufrir es opcional. Plantea este libro formas de sanar el dolor: una de ellas
es pensar en otras personas que sufren ese mismo dolor y todavía más fuerte y
talvez diagnosticados incurables; ponerse en posición de meditación, quizá
posición de yogui y tomar aire lentamente aspirando todo ese dolor ajeno y
luego exhalar lento por la nariz, dejando ir ese dolor poco a poco en la
exhalación. Esta práctica realizada una y otra vez va sanando el cuerpo y
también la mente ya que ayuda a mirarnos hacia dentro para vaciar nuestro ego y
pensar compasivamente en la humanidad.
El aceptar el dolor, las limitaciones y las circunstancias
favorables o no, de la existencia nos lleva al desapego, ya que todo es
pasajero. Aceptar el cambio es posible si se vive el momento presente,
descartando el pasado y sin preocuparse por el futuro. La práctica persistente
de vivenciar el presente, facilita el desarraigo de viejas costumbres; por
ejemplo, el preocuparse por todo lo que pasa; ello permite a la mente sanarse y estar más
tranquila; y lo bonito es que una mente serena, puede despertar sensibilidad y
sensualidad creativas. Además, vivenciar el presente en cada acción que
realizamos, es una práctica de meditación que va moldeando nuestro carácter y permite
disfrutar la vida.
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