Plantea el capítulo doce del texto
que nos ocupa, el derecho democrático a estar acompañado espiritualmente
durante la muerte. Si en momentos difíciles de la existencia, es grato y
necesario que alguien nos escuche ¿cómo no en ese trance final? Es cierto que culturalmente se tiene poca
conciencia de ello, en occidente. A buena hora nos enteramos de que es
necesario prepararnos para hacerlo; despertar en mi la compasión desde el amor,
es lo primero. Reconocer la sabiduría inmensa que poseo desde el amor
universal, desde mi deseo de escucharme, de no juzgarme, de perdonarme aquellas
culpas perturbadoras y buscar serenidad y tranquilidad personal.
Cada despertar mañanero invita a la
meditación en las acciones a realizar. Por ejemplo, al disponerme para escuchar
un capítulo del audiolibro, centrar la atención consciente en escuchar; puedo
ayudarme con respiración profunda, inhalando y, sostengo el aire en el abdomen
y exhalar lentamente por la nariz. Hacerlo cada que sea necesario y separar la
mente de distracciones pasadas y futuras. Esto podría ser despertar la
compasión por sí mismo, para comprenderse en las acciones cotidianas.
Otras acciones para despertar la
compasión en uno mismo: si en casa o en la vecindad hay alguien que mucho
fastidia con sus actuaciones, servirle con amor en lo que puedo, escucharlo sin
afán de objeción y ese acto de amor sanará poco a poco mi karma e influirá
positivamente en el otro.
Otra práctica interesante es hacerme consciente de la situación personal presente: desesperanza, dolor, enfermedad, y pensar en cuantos seres del mundo sienten lo mismo. Asumir esa dificultad de todos como si fuera mía, pensar en ella y absorberla en inhalación consciente. Luego exhalar toda esa queja lentamente, sintiendo que mi dolor sirve a la humanidad para sanarse del suyo.
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